El centenario de la muerte de Tchaikovsky ha inundado las salas de concierto con sus músicas, pero solamente la sinfónica y concertante en sus obras más conocidas. No es casual que unas determinadas composiciones se instalen en el repertorio, y algunas de las razones obedecen a calidades musicales que nadie a estas alturas quiere negar. Pero también es cierto que otras obras que no logran la misma popularidad encierran valores artísticos tan elevados como las de repertorio, y que sin su conocimiento la imagen del compositor queda incompleta y empobrecida. Este es el caso, en Tchaikovsky, de su música de cámara, sus canciones o su piano, por no hablar de las óperas. Apenas algunos fragmentos de estas obras, y no siempre en la versión original (como el famosísimo Andante cantabile de su Cuarteto Op. 11), han saltado la barrera del gran público. Y muy pocas han sido escuchadas en este año conmemorativo. Este ciclo incluye la totalidad de su obra camerística numerada, y una amplia antología de sus canciones, con ejemplos cuidadosamente seleccionados de la mayor parte de sus ciclos, desde el Op. 6 de 1869 hasta el Op. 73 de 1893. Hemos incluido, además, dos de sus canciones sueltas, que no forman parte de ciclos. Tres de las romanzas, por cierto, se repiten en los dos conciertos vocales: Será interesante escucharlas en voces tan distintas en color y tesitura. En conjunto, casi un cuarto de siglo de música, con obras que contienen algunos de los momentos musicales más felices de un compositor extraordinario, cuyo color ruso -alabado por Stravinskr se alía con sabia perfección a los moldes occidentales. Un compositor, por tanto, universal.