Primer amor, tú vences la distancia, 
Fuensanta, tu recuerdo me es propicio. 
Me deleita de lejos la fragancia 
Que de noche se exhala de tus tiestos, 
Y en pago de tan grande beneficio 
Te canonizo en estos 
Endecasílabos sentimentales. 
 
A tu virtud mi devoción es tanta 
Que te miro en el altar, como la santa 
Patrona que veneran tus zagales, 
Y así es como mis versos se han tornado 
Endecasílabos pontificales. 
 
Como risueña advocación te he dado 
La que ha de subyugar los corazones: 
Permíteme rezarte, novia ausente, 
Nuestra Señora de las Ilusiones. 
 
¡Quién le otorgara al corazón doliente 
cristalizar el infantil anhelo, 
que en su fuego romántico me abrasa, 
de venerarte en diáfano capelo 
en un rincón de la nativa casa! 
 
Tanto se contagió mi vida toda 
Del grave encanto de tus ojos místicos, 
Que en vano espero para nuestra boda 
Alguna de las horas de pureza 
En que se confortó mi gran tristeza 
Con los primeros panes eucarísticos.
Ramon Lopez Velarde
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