La Central de Abasto de Ciudad de México es uno de los mercados más grandes del mundo. En sus 327 hectáreas de superficie se dan cita el comercio y la delincuencia.
El mercado cuenta con unos 500.000 visitantes al día. Allí no sólo se venden frutas y verduras, sino todo lo necesario para la vida diaria. Alrededor de 100.000 personas encuentran trabajo allí, desde cargadores hasta mayoristas.
La Central de Abasto es también un reflejo de la sociedad mexicana con todos sus problemas: mientras que algunos se han hecho muy ricos con el comercio de verduras, otros viven al margen del mercado en la extrema pobreza como jornaleros bajo lonas de plástico.
Incluso aquellos que han conseguido hacerse un hueco en las superficies de venta como «vendedores ambulantes» temen por su existencia. Porque también ahí, la extorsión, la corrupción y la violencia están a la orden del día, a pesar de la presencia masiva de la policía y de las promesas de la administración del mercado de llevar a cabo reformas.
Y hace tiempo que los cárteles como el de Jalisco Nueva Generación han descubierto cómo enriquecerse, por ejemplo, con aguacates y limas, que son alimentos básicos de la población mexicana.
En Michoacán, la principal zona de cultivo de aguacates, extorsionan a los agricultores con tasas cada vez más altas y no rehúyen el uso de la violencia indiscriminada. Mientras que las guardias comunitarias se enfrentan a las bandas criminales, la creciente presión sobre los precios afecta cada vez más a la Central de Abasto y a sus clientes.